En el artículo se debaten las apreciaciones que sirven de base a las divergentes tendencias liberales y anarquistas que reclaman en común la despenalización de la producción, comercio y el consumo de drogas ilícitas. Estas tendencias simplifican el complejo problema de la despenalización, revelando un fuerte individualismo (apoyado en un decisionismo subjetivo), que desconoce la relativización de valores y normas que introduciría tal práctica y exaltando el supuesto modelo secular libertario de vida a que conduciría. Paradójicamente, no se contempla la extensión del modelo racional del mercado a la arena política y el afianzamiento de una democracia procedimental fundada en las mayorías electorales y desprovista de la búsqueda de verdades sociales.
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