La segunda mitad del s.XV fue una época de transición, tanto para el recién constituido Imperio Otomano como para la comunidad ortodoxa afincada en su territorio. Ambas partes veían necesaria la búsqueda de un "modus vivendi" que permitiera una coexistencia pacífica. Sus intereses poíticos, coincidentes en parte, fueron la base de la colaboración: el patriarcado intentaba eliminar "la amenaza occidental" (i.e. la influencia del papa sobre el pueblo ortodoxo), y el sultán, consolidar su papel de sucesor del emperador bizantino. Este papel, según la teoría política bizantina, también incluía, entre otras, la función de defensor de la Iglesia. El presente artículo intenta estudiar las condiciones en que esta transición se realizó desde la perspectiva de las instituciones legales y de las adaptaciones que tuvieron que sufrir.
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