Entre 1718 y 1760 se realizo el importante conjunto de pinturas murales del convento franciscano de la virgen de las huertas, uno de los más significativos de la orden franciscana. Inspirado por los padres Juan Antonio López Malo y Pedro Morote, su posible atribución recae en los pintores lorquinos Baltasar Martínez y Antonio José Rebolloso. Las pinturas se localizan en tres ámbitos iconográficos delimitados claramente por el espacio en que se hallan y por el simbolismo que encierran ; iglesia, camarín y escalera de tota pulchra acogen sendos ciclos iconográficos dedicados a reforzar la creencia en el dogma de la concepción inmaculada de María, difundir el conocimiento de los principales personajes de la orden seráfica como modelos de santidad y virtud, y unir a la virgen de las huertas con el pasado histórico de Lorca fomentando a la vez su devoción.
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