El Primer Imperio Mexicano (1821-1823) ha sido generalmente interpretado desde la perspectiva del fracaso. El juicio vertido sobre estos años resaltaba su inestabilidad y abrupto desenlace. Con frecuencia, la experiencia monárquica ha sido vista como un paréntesis de ingrata memoria y oscuro recuerdo entre la consumación de la independencia y la llegada de la república federal. Desde su caída, se ha construido una imagen del período como la de un experimento tiránico y ajeno a la cultura política mexicana. Fue este un tiempo relegado al olvido por el resplandor de la revolución insurgente, cuyo uso político opacó —por monárquica— la primera etapa de México como Estado independiente. En esta obra se propone un acercamiento distinto, a través de la mirada de diecinueve especialistas que, a la luz de los avances historiográficos, supere estos prejuicios. El «momento Iturbide» se revela aquí como un escenario político nuevo, complejo, repleto de expectativas y abierto a distintos horizontes de futuro. Fueron años tremendamente convulsos, donde todo pareció posible y la contingencia jugó un papel destacado en el devenir de los acontecimientos. En cualquier caso, México no fue una excepción en la difícil tarea de construir un Estado-nación independiente.
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