La hoja de coca no fue ajena al mundo eclesial en el virreinato del Perú. La importancia económica que tuvo la hoja, su consumo por los indígenas, considerado idolátrico por la Iglesia, los riesgos de contraer enfermedades tropicales mortales durante su cultivo, los ingresos directos que suponían para la Iglesia vía diezmos y primicias, y para la Corona por las alcabalas, más los indirectos para ésta porque era un producto necesario para la buena marcha del trabajo de los nativos en las minas y el correspondiente quinto real que se abonaba a la Corona, hicieron que la hoja fuera objeto de un intenso debate en la sociedad virreinal, especialmente durante el siglo XVI.
La Iglesia, en gran parte inductora del mismo, por una parte era beneficiaria de los ingresos por diezmos y primicias, aunque por otra, luchó para erradicar su cultivo y consumo por suponerla un elemento idolátrico y peligroso para la salud de los nativos. La Corona tuvo una doble actitud similar, con el problema de que las cantidades implicadas eran muchísimo mayores. La situación se fue calmando con el tiempo pero, poco antes de la independencia de España, la coca se mantenía como un producto altamente demandado en cuyo consumo incluso llegaron a entrar los españoles por sus propiedades curativas de diversas afecciones.
El libro relata cronológicamente la relación de la hoja con la Iglesia, las contradicciones, el debate, y los demás aspectos que involucraban a un producto tan demandado y a una institución fundamental en la sociedad durante toda la época de presencia hispana en América.
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