Darwish ejerció su magisterio de la mejor manera que puede hacerlo un poeta, en sus poemas, pero dejó también constancia de él en las entrevistas que concedió a lo largo de su vida. Como si de lúcidos ensayos se tratara, en ellas reflexiona sobre lo personal y lo común, sobre la poesía en general y la suya en particular, y sobre los asuntos y designios de Palestina y el Mundo Árabe. Incisivo, ponderado, sardónico en ocasiones, en estas conversaciones de madurez se escucha al Darwish que se sabía un poeta troyano.
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