Los siete breves acercamientos que componen Mirar con otros ojos no pretenden más que entreabrir una puerta al universo árabe a quienes aún no se han asomado a la riqueza y variedad de sus creaciones; tan abundantes que se hace arduo espigar figuras y ejemplos –no todos igualmente conocidos incluso por los especialistas– que lo representen con alguna justicia. Es por ello que la propia inclinación, o incluso debilidad, de la autora por unas y otros ha terminado reuniéndolos como en el país de un abanico que, al desplegarse, nos llevara del siglo VII al XXI, de la magia de los relatos a la realidad urbana y humana, de las poetas guerreras a los guerreros universales, de las desobedientes a los transgresores.
El deseo de mirar con otros ojos implica viajar dejando atrás el equipaje y desnudar la mirada propia para vestirla con los ropajes de otro, ver el horizonte desde la otra orilla y pensar el mundo con otro corazón.
No siempre resulta fácil, pero siempre es enriquecedor; a menudo nos reta y nos pone frente a nuestras propias carencias e imperfecciones, pero nos lleva también a territorios fascinantes que tal vez habitaban en nuestro interior y que nunca habíamos visitado.
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