Antonio Rivera Blanco (coord.), Eduardo Mateo Santamaría (coord.)
A lo largo de la historia se han dado diferentes formas de ostracismo, de “limpieza de la comunidad” para garantizar su pureza y homogeneidad. Aunque han sido habitualmente los poderes instituidos los que han promovido la expulsión de los individuos, otras veces han sido las propias comunidades las que han ejercido ese despotismo social. Una forma de segregación que, como manifiesta el fenómeno del transterramiento en el País Vasco, puede significar delación, injuria, coacción, denuncia, vigilancia, etc. El transterramiento ha sido uno de los mayores “logros” sociales del terrorismo en Euskadi y Navarra: la cifra de transterrados ha sido tan elevada —y diversa— que resulta imposible cuantificarla; descargó en el individuo particular la decisión de abandonar su lugar de vida, absolviendo a quienes la instigaron y sin generar repercusión social; silenció el padecimiento subjetivo y distorsionó la opinión del transterrado, al mismo tiempo que su victimización fue vista con desconfianza entre sus conciudadanos. En definitiva, el transterramiento permitió al terrorismo de ETA y su entorno desplegar su proyecto etnonacionalista exclusivo y excluyente. Un fenómeno que, pese a su envergadura —y esta es otra de las innumerables razones de su “éxito” e impunidad—, apenas es conocido y reconocido. Este libro, pionero en la cuestión, pretende abordar la dimensión colectiva de un problema que concierne a toda la sociedad y que permita reconocer a los transterrados (que sufrieron empresarios, profesionales, intelectuales, académicos, jueces, fiscales y abogados, políticos, periodistas, policías…) como agente social, para a partir de ahí empezar a reclamar alguna reparación ante tanto daño sufrido.
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