Las tierras que se extienden al este del Vístula han representado siempre para el imaginario europeo una mezcla de dureza, misterio, contrastes y belleza. Pero si existe algún país que haya reunido todas estas sugestivas características ese ha sido, sin duda, Rusia. Considerada como un imperio occidental y a la vez oriental, pese a compartir con el oeste buena parte de su mentalidad y costumbres, no puede ocultar unas singularidades propias, grabadas a fuego por una compleja historia que se remonta más de mil años atrás. Fue tras las reformas de Pedro I cuando este coloso comenzó a jugar un papel cada vez más relevante en la política internacional. El presente trabajo aborda las relaciones que a lo largo de la decimoctava centuria se establecieron entre los dos reinos que enmarcaban -y enmarcan- los confines de Europa: España y Rusia.
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