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Emulación cortesana y devoción en la promoción artística de María de Lazcano (1593-1664) en Guipúzcoa

Imagen de portada del libro Emulación cortesana y devoción en la promoción artística de María de Lazcano (1593-1664) en Guipúzcoa

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Reseñas

Resumen

  • María de Lazcano y Sarría (1593-1664), XIV Señora de la Casa de Lazcano y esposa del almirante Oquendo, tuvo una posición destacada en la nobleza guipuzcoana de su tiempo, se relacionó con los círculos de poder de la Corte, y disfrutó de la estima de Felipe IV. Esta dama llevó a cabo una ambiciosa promoción artística en las décadas centrales del siglo XVII, en solitario, con sus propios recursos e impulsada por expectativas y devociones características del Barroco y la Contrarreforma. Así, entre 1638 y 1650 funda el colegio de la Compañía de San Sebastián, y erige en Lazcano un monumental palacio y los conventos de Santa Teresa y Santa Ana, creando un conjunto palaciego-conventual emulador de otros levantados por la alta nobleza. La promotora los construyó según los postulados del barroco clasicista y los decoró con pinturas, tallas, tapices, un rico ajuar de plata y muebles de influencia oriental, procedentes de la Corte, Valladolid, Sevilla, Flandes y Nápoles, que revelan su conocimiento de las artes de la época. Estas empresas y encargos perfilan a María de Lazcano como una figura clave para la difusión en el País Vasco de lenguajes y modelos artísticos paradigmáticos, expresión del gusto del momento y de sus preferencias estéticas.

    Como Cristina de Pizán para levantar su Ciudad de las Damas, María de Lazcano se valió de su formación, cultura y gobierno para edificar la suya: dirigió y financió sus construcciones, eligió tracistas y canteros, y las dotó con obras de arte, en un alarde de grandeza y refinamiento estético. Aunque por su género no pudo ejercer un rol institucional, desde su posición y promoción artística accedió a vías alternativas de poder e influencia, y dejó constancia de su autoridad y valía. La señora de Lazcano desoyó los cantos de sirena de la Corte y prefirió vivir en el solar de sus antepasados, entre libros de cuentas y oraciones. Aquí levantó un palacio para vivir y dos conventos para rezar, enterrar a sus hijos y morir, en un espacio de gran valor artístico, escenográfico y emblemático. Este legado perpetuó su memoria, se convirtió en referencia para las futuras generaciones del linaje, y en el mejor conjunto monumental del Barroco en el País Vasco. Sirva este trabajo como homenaje a su figura, y a tantas mujeres brillantes esperando ser rescatadas del olvido.

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