Este libro ofrece una mirada poliédrica sobre el aula como entorno físico de aprendizaje durante la etapa infantil, así como una reflexión sobre la aportación que la arquitectura puede ofrecer a la experiencia pedagógica que se desarrolla en él; esta experiencia, en el panorama de crisis provocado por la pandemia, se ha visto afectada por un entorno virtual cada vez más autosuficiente. De ahí la necesidad de que la arquitectura y la pedagogía aúnen sus esfuerzos como disciplinas para configurar los entornos más convenientes para alberga la actividad educativa en función de las necesidades de la sociedad. La autora parte del análisis de experiencias arquitectónicas previas para ofrecer ocho espacios cualificados por ambas disciplinas con el objetivo de constatar que es posible la mejora del espacio escuela y, con ello, de la sociedad a través de la educación.
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