Pocas obras dicen tanto en su título como la que aquí se presenta. Porque, en La fiesta revolucionaria de Mona Ozouf, quedan contenidas todas esas políticas de la Revolución francesa de que hablara B. Baczko. Desde las primeras páginas del libro, el lector descubre que es la propia fiesta la que se abre al plural; que no hay fiesta, sino fiestas; que la fiesta es imaginario de la política (el espectáculo de una comunidad como invención de sí misma), combate revolucionario (cada una de las gloriosas jornadas) e institución (y aquí debe considerarse toda la problemática de la fundación). Pero, al hilo del relato, ese mismo lector colige que la fiesta revolucionaria también es Una, que es forma de la que participan el moderantismo de los constituyentes, el ardor de los jacobinos del año II o la reacción de los termidorianos.
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