Alfonso de Castro (1495-1558), fraile franciscano nacido en los albores del siglo XVI, fue punta de lanza de la teología peninsular en la lucha contra la herejía protestante. Sus singulares virtudes y capacidades hicieron de la teología positiva su campo específico de trabajo con tres obras de carácter teórico: De iusta haereticorum punitione, Adversus omnes haereses –obra continuamente revisada y actualizada – y De potestate legis poenalis, compendio que lo hace merecedor del título de padre del Derecho Penal Español. Nos legó además dos juegos de homilías compuestos probablemente a petición de sus amistades: uno sobre el salmo 32 (31) y otro sobre el salmo 51 (50) – del que presentamos su traducción –. En este último conjunto homilético se centra el autor precisamente en apuntalar la validez sacramental de la penitencia, puesta en duda por la herejía.
Fue enormemente apreciado tanto por reyes como por la Iglesia. Con respecto a lo primero, intervino frecuentemente en asuntos de la corte, de donde fue predicador y consejero: acudió con Felipe II a Inglaterra en el momento en que se disponía a contraer matrimonio con María Tudor, trató de avalar canónicamente el matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón… En cuanto al aprecio que de él tenía la Iglesia, acudió como teólogo conciliar a Trento de la mano de Pedro Pacheco, obispo de Jaén. Murió poco después de ser propuesto por Felipe II para asumir la mitra compostelana.
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