Gilles Deleuze planteó que la cuestión de lo animal podía convertirse en una apuesta estratégica, en tanto que permitiría elaborar una teoría de lo anómalo. La humanidad, pensaba, es tributaria de esta animalidad anómala, de modo que repensar el estatus de lo animal podría transformar la comprensión de lo que es humano. Jacques Derrida, por su parte, abordó en uno de sus últimos libros, L'Animal que donc je suis (2006), la deconstrucción de una tradición filosófica que ha maltratado a los animales ya desde el mismo concepto. Trataba de mostrar así la fragilidad y la porosidad de las supuestas fronteras entre lo animal y lo humano, abriendo un ámbito especulativo truncado a su muerte. Este libro se propone reabrir la cuestión de lo animal y de lo monstruoso en el cruce entre pensamiento y prácticas artísticas, y en el seno de una indagación acerca de la identidad y lo comunitario. Asimismo, plantea una interpelación sobre el papel jugado por la animalidad y la monstruosidad como dispositivos de alterización y marginalización de determinados colectivos.
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