Última alambrada es el título de un libro de poemas concebido como un intento radical de enfrentamiento con la racionalidad desde la experiencia poética. Se inicia con una antífona sobre la soledad de la inocencia y termina con una oración sobre la infancia y el silencio, brevísimos apuntes que delimitan las dos partes centrales: la primera hace un breve recorrido (irónico y trágico) por el pensamiento filosófico occidental que culmina en el espíritu fáctico de Hegel, y el segundo es una carta a Heidegger, último gran exponente de cómo la racionalidad queda enredada en la búsqueda de una verdad mítica, incapaz de liberar al hombre de los procesos de la facticidad. Precisamente, según el autor, la experiencia poética aparece como desestabilizadora de esos procesos, invitando a la intemperie radical de la existencia. En este sentido, es significativa la distinción que hace el autor entre poetas ‘ungidos’ y poetas ‘huérfanos’, que aparece en el último poema de la primera parte.
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