E s difícil hacer una lectura de esta poesía y de este libro sólo por la vía de la comprensión o lo racional. Sin embargo, en la mayoría de poemas el resultado armónico entre la forma y el sentido del discurso, llama poderosamente la atención por su extraordinaria belleza, e invita a volver de nuevo a releerlos tratando de desvelar un contenido que se acerca a lo visionario y que en ocasiones puede resultar un tanto hermético, pero de una gran madurez, teniendo en cuenta la edad de este autor.
La naturaleza sirve de escenario a lo largo de todo el libro, y sobre todo en la primera de sus tres partes, esa naturaleza unas veces acoge un amor imbricado en las zonas ocultas y el misterio: Las puertas se cerraron para ver/ cómo la juventud se zambullía/ en el secreto de las aves muertas. Sin números ni llaves,/ los labios cumplirán su fin:/ amarte (pág.24), otras, la naturaleza es cómplice de ese cambiante estado del espíritu que desemboca en lo existencial, como en el poema "Hondura": Se vieron en las ondas como desdoblamiento/ uno del otro: cuerpos interiores/ que traspasan edades para formar esencias,/ paisajes temporales de placer y de angustia. (pág.28) o como en el poema "Desgarrar el aire": (…)..alba tú/ y tus frutos el alba/ de quien desgarra el aire/(…) aunque reconozcamos/ que somos herederos de la muerte. (pág. 39) En la segunda parte, el yo poético instalado ya en ese doloroso sentir de la existencia, juega fuerte a hacerle frente, a través de una palabra poética que parece crear un mundo imaginario propio: Afirmo la enseñanza de los días/ frente al interrogante (pág.43) o como en el fabuloso poema "Sobre el nivel del mar": Ansío toda luz porque un día fijé el mundo/ con mi dedo índice,/ y amo (pág.45). El poemario va progresando, hasta llegar a su tercera parte, en su propósito de indagación y búsqueda de una realidad que combata la nada o el hastío, como puede apreciarse en el poema "Pieles reversibles": Cómo habitar un ala y no romperla,/ cómo acoger alguna certidumbre,/ tras arrasar los bosques/ y esparcir sus cenizas en la frente. (pág.52) El dolor y las palabras enseñan, nos dice el poeta al iniciar la tercera parte de este libro, viaje hacia el leve desapego de la gaviota, hacia sí, hacia el "Regreso para celebrarme", título de su último poema dedicado a Antonio Gamoneda, en donde confluye una gran bocanada de aire fresco que lleva en sí la esperanza depositada en la palabra, en el aprendizaje que supone ahondar en el lenguaje, frente al dolor y al desengaño de lo real: He sumado estos sauces/ y el resultado es infinito. (…) Todo lo escrito lo llevamos dentro. (…) Yo prosigo mi suma: quiero,/ sencillo/ y alegre, perdurar en la alegría.
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