Las ardientes visiones del Bosco dan una imagen de la locura; otra, diversa, fue la que dejó en el tiempo Erasmo de Rotterdam en su laborioso "Moriae Encomium". Pero fueron excepciones, elocuentes por su singularidad: la locura estaba en la zona tenue de lo que no se dice, o apenas, con un vago gesto, se señala sin voz pero con todos los énfasis tácitos de la censura. Así coartado como temas del saber o como elemento de la acumulación civilizadora, el planeta de la locura gravitó durante varios siglos en un mundo sellado y conjetural. La nave de los locos ("Stultifera Navis", la "Nef des Fous" en francés, "Ship of Fools" en la tradición de lengua inglesa) ha surcado la imaginación de los hombres con suerte desventurada: abominación de las "diferencias", rechazo y miedo frente al desorden o el caos de "lo que no se comprende", crueldad irracional aplicada con metódico rigor a los temidos portadores de una noche oscura del alma y de los sentidos que poco tiene que ver con las edificaciones de la mística. Pero la palabra del loca tuvo que oírse alguna vez, por primera ocasión: desde un lugar ubicuo, impregnado hasta la raíz por la sombra de la otredad, la materia de la locura salió al día para ser propuesta como un tema del pensamiento y la cultura, y como una exigencia para la práctica social. Este hecho, que modifica profundamente el perfil interior de la experiencia occidental, es el objeto de la mirada de Michel Foucoult: un examen complejo y original, marcado sin cansancio por la traza de una audaz visión histórico-crítica.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados