El edificio de las Atarazanas de Sevilla es un auténtico superviviente. Cuando se levantó a mediados del siglo XIII para cobijar las galeras reales, constituía uno de los mayores arsenales de Europa y de él partieron centenares de ágiles embarcaciones a remo destinadas a dominar el mar entre el Estrecho de Gibraltar y el Canal de la Mancha. Sus amplios espacios cubiertos también sirvieron tanto de lugar de reuniones y asambleas, como de lúgubre prisión, mientras que en las explanadas del exterior se celebraban torneos y regias cabalgatas. Cuando a finales del siglo XV las Atarazanas decayeron como astillero, el descubrimiento de América las convirtió en almacenes para el tráfico indiano, en aduana del Nuevo Mundo y patio de vecinos, para, con la crisis del XVII, transformarse en hospital de caridad y, más tarde, en maestranza de artillería. Este libro, por ser de historia, contará cómo sobre un edificio centenario se refleja el devenir de la ciudad de Sevilla, pero sobre todo tratará de las gentes que trabajaron, vivieron y aun nacieron y murieron en este singular complejo, que, aunque herido, ha sabido vencer al mortal efecto destructor del tiempo.
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