Hasta 2008 y años previos, asistimos en España a un crecimiento económico basado en el endeudamiento y la burbuja del ladrillo. Esta burbuja fue impulsada y sostenida por las entidades bancarias que, gracias al amparo otorgado por la escasa supervisión del Banco de España, la regulación europea, y la desfasada legislación en materia hipotecaria, procedieron a la concesión de préstamos hipotecarios de manera desproporcionada y repletos de cláusulas abusivas sin ningún tipo de control, unos contratos llenos de estas cláusulas que objetivamente menoscababan los intereses y derechos de los consumidores. Y los consumidores, con la intención de acceder al boyante y creciente mercado inmobiliario y cautivados por este crecimiento con pies de barro, llegaron a contraer miles de préstamos hipotercarios. Estas cláusulas fueron introducidas unilateralmente por las entidades generando un evidente enriquecimiento injusto en favor del propio Banco o Caja.
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