Las torres campanarios han marcado el tiempo en la vida de los pueblos y ciudades hasta bien entrado el siglo XX, donde los toques de las campanas anunciaba tanto la celebración de los oficios litúrgicos que presidían la vida de sus habitantes (misas, bautizos, bodas y funerales), como los toques a fuego y el paso de las horas diarias, a través del sonido de las campanas de los relojes municipales situados en lo alto de los campanarios, compartiendo protagonismo con las campanas de la iglesia.
Desde el punto de vista arquitectónico, las torres solucionan el importante reto constructivo que supone la edificación en altura, donde intervienen sistemas estructurales que aúnan muros de carga, arcos, bóvedas y estructuras de madera en forjados y cubiertas, además de elementos arquitectónicos como el cuerpo de escaleras de caracol, que establece la comunicación en altura de las estancias de la torre y, exteriormente, junto a la ornamentación que define su adscripción estilística, da forma y personalidad a la torre campanario.
Para su estudio y documentación, junto a la cámara fotográfica, se ha recurrido a la toma de datos (levantamiento arquitectónico), realizada con sistemas mixtos que aúnan la croquización y medición directa tradicionales con la captura de coordenadas métricas (nubes de puntos), el escáner láser 3D, y la utilización de unidades de vuelo dirigidas por control remoto. En base a estos datos se ha hecho posible no sólo la redacción de planimetrías (plantas, alzados y secciones), sino también representaciones tridimensionales con las que explicar el sistema constructivo y la composición formal de las ocho torres analizadas.
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