En 1851 tiene lugar la firma del Concordato entre Su Santidad el Sumo Pontífice Pío IX y Su Majestad Católica Doña Isabel II Reina de las Españas, por el cual el nuevo Estado, que los liberales habían instituido en nombre de la Libertad, no solo va a asumir que la religión católica, apostólica y romana sea la única de la Nación española, sino que también concederá a las autoridades eclesiásticas el control de la ortodoxia ideológica, teniendo los obispos y demás prelados libertad tanto para velar sobre la pureza de la doctrina de la fe, y de las costumbres, y sobre la educación religiosa de la juventud (aun en las escuelas públicas), como para luchar contra la malignidad de los hombres que intenten pervertir los ánimos de los fieles y corromper sus costumbres, o cuando hubiere de impedirse la publicación, introducción o circulación de libros malos y nocivos. Evidentemente, no todos los españoles podían sentirse cómodos en un escenario como éste..
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