La reciente popularización del deporte y la pasión que muchas competiciones deportivas despiertan entre los aficionados, ha provocado que en las dos últimas décadas los índices de siniestralidad se disparen. Avalanchas de público, espectadores arrollados en la curva de un rali, incluso actos violentos dentro o en los alrededores de las instalaciones deportivas, ocupan parte de los informativos diarios. La disparidad de situaciones hace que estos daños no sólo afecten a la integridad física sino que también pueda verse disminuido el patrimonio, por ejemplo, el del paseante que resulta golpeado por una pelota y sufre la rotura de sus gafas. Así mismo, es posible que se vean afectados daños morales, como en el caso de las inmisiones acústicas de un gimnasio ubicado dentro de una comunidad de vecinos.
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