En estos días en que tanto proliferan los malos cuentistas, nos cabe la afortunada posibilidad de volver a los buenos clásicos e inspirarnos en ellos para relatar de forma peculiar los sucesos de nuestro mundo. He tratado de subirme a los hombros de esos gigantes, para, utilizando su ritmo, su urdimbre, o su sentido, reflexionar sobre algunos asuntos cotidianos.
Peculiar y original visión que un economista nos ofrece de cuestiones actuales libremente traducidas a los modelos de los cuentos clásicos de nuestra infancia
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