Esta primera biografía de Bill Viola (Nueva York, 1951), que contiene además su catálogo razonado, ha intentado seguir aquello que escribió Van Gogh cuando cita a Sainte-Beuve: "Uno puede tener un hogar encendido en el alma; sin embargo, nadie ciene a sentarse junto a él. Los transeúntes sólo ven la voluta de humo que sale por la chimenea y siguen su camino". Su método crítico, impugnado por Marcel Proust, se basaba en que la obra de un artista era siempre el reflejo de us vida y podía ser explicada a través de ella, buscando así su intención poética y sus cualidades personales. Por eso, a pesar de que Viola pasa por el el videoartista más aclamado y sus exposiciones suscitan lsa mayores afluencias de público, este libro se detiene con igual interés en sus fracasos: hasta los 36 años no vendió su primera obra, tuvo su primera exposición en una galería comercial con 41 y trabajó 17 sin representante. Y cuando nació su primer hijo no tenía ni seguro médico ni dinero jpara comprar las toallas. También aflora curiosos malentendidos: su primera exhibición en el MoMA de Nueva York, que fue vista como un gran éxito, fue sentida por él como una frustración, ya que exponía en una escondida sala de los sótanos, junto a los aseos. Esta circunstancia es similar a la que padecieron los pintores impresionistas antes de acceder a los museos franceses, cuando solo podían exhibir en el ya célebre "Salón de los Excluidos". Sus parones creativos llevan a pensar que su temperamento artístico es frágil, vulnerable y quebradizo , como lo evidencian al menos cuatro "bloqueos" mentales. Esto le enseñó a trabajar desde una posición de debilidad, circunstancia que considera fundamental para emprender una obra de arte valiosa que la define como la distancia que existe entre la profundidad de los propios sentimientos y las limitaciones de las propias capacidades.
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