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La estética de George Santayana

Imagen de portada del libro La estética de George Santayana

Información General

Resumen

  • Santayana fue un idealista moderno y de filiación naturalista e inconformista, tanto en filosofía como en estética. Dan testimonio de la relevancia de Santayana en España los ensayos de María Zambrano, Raimundo Lida, R. J. Sender y Daniel Moreno, que subrayan su influencia dentro del campo de la teoría estética, la teoría literaria y la cultura española en general. Completan el volumen los textos de autores norteamericanos que han percibido la importancia de Santayana en el mundo angloparlante. Para Santayana el elemento estético es inseparable de las ideas, sentimientos y actos del hombre. No sólo acompaña siempre, de uno u otro modo, las creaciones de la inteligencia, sino que es su necesario punto de arranque. […] Partiendo de ese primario impulso creador, la conciencia elabora luego sus claras percepciones y sus distinciones racionales. Y en cada etapa de este proceso se ofrecen a la contemplación estética materiales nuevos. […] Así, ciertos caracteres que la sensibilidad ha aprehendido en las cosas –lo recto, lo curvo, lo simétrico, etc.– pasan a ser luego el objeto de estudio de la matemática; pero finalmente, después que el razonamiento los ha analizado y relacionado, después que los ha reducido a puras formas despojándolos de todo valor sensorial, pueden volver a contemplarse estéticamente y suscitar entonces viva emoción. Sistemas mecánicos de fuerzas y movimientos como los que estudia el astrónomo pueden ser asimismo legítima fuente de placer estético. De modo análogo, en muy otro terreno, la afinidad sensorial mueve a los hombres al amor, pero una vez que la sociedad humana ha levantado sobre esa base un edificio moral y legal, “este nuevo espectáculo da ocasión a nuevos arrebatos imaginativos, trágicos, líricos y religiosos”. Desde cierto punto de vista –bien lo sabían los antiguos– la vida entera es un arte. No es menester para ello adornarla de florones y entorchados ni someterla a importunas restricciones “estéticas”. Basta con que demos a todos sus momentos una forma que, por implicar estructura armoniosa, implique al mismo tiempo un ideal de posible perfección. Y esta perfección, contemplada a su vez estéticamente, aparecerá como pura y genuina belleza. A toda vida lograda viene a añadirse así una sanción estética. Si la eficiencia biológica se acompaña de gracia, la perfección moral va siempre unida a cierta manera de /splendor formae/, a un halo de decoro.

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