Fidel García Martínez ingresaba en el Seminario para pobres que los jesuitas habían fundado en Comillas al mismo tiempo que la antiquísima Diócesis de Calahorra y La Calzada iniciaba un período de evidente declive como consecuencia del Concordato de 1851, que separó de ella a las provincias vascas y que prescribía el traslado de la capital diocesana de Calahorra a Logroño. Mientras Fidel García adquiría una formación muy superior a la mayoría de los eclesiásticos de la época, la Diócesis calagurritana ve estallar un conflicto que tiene su punto culminante en el "motín de 1892". Fue una revuelta social y política que tuvo enorme repercusión nacional e internacional. Esta lucha no sólo enfrentó a dos ciudades, Logroño y Calahorra, sino también a dos importantes líderes nacionales. Así el riojano, varias veces Presidente del Gobierno, Sagasta defenderá con ardor a Logroño mientras que el Cardenal Cascajares, que aspiraba a crear un partido católico y que había sido su último obispo, peleará por Calahorra. El resultado fue la orfandad de la diócesis que quedó sin "obispo propio" durante treinta y seis años.
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