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Echar a perder: un análisis del deterioro

Imagen de portada del libro Echar a perder

Información General

  • Autores: Kevin Lynch, Michael Southworth
  • Editores: Gustavo Gili
  • Año de publicación: 2005
  • País: España
  • Idioma: español
  • ISBN: 84-252-2044-0
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)

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Índice




  • Índice de contenidos:


    Introducción del editor

    Prólogo

             I. Las sombras del cambio

             II. Fantasías


    Capítulo I.
    Pensamientos sucios y morbosos

    Capítulo II.
    Destrucción de cosas

    Capítulo III.
    Destrucción de lugares

    Capítulo IV.
    Examen del deterioro

    Capítulo V.
    ¿En qué consiste el deterioro?

    Capítulo VI.
    Gastar bien


    Apéndices

             A. Hablando de desechos

             B. Notas sobre la metodología editorial

    Bibliografía

    Créditos fotográficos

    Índice de nombres y lugares


Descripción principal


  • El declive, la decadencia y el deterioro son parte necesaria de la vida y del crecimiento; debemos aprender a valorarlos y a gestionarlos bien. Éste es uno de los mensajes del último libro póstumo de Kevin Lynch. De todas las criaturas vivas, los humanos somos los supremos creadores de desechos, aunque sólo recientemente hemos comenzado a pensar seriamente acerca de las formas de nuestro derroche. Va quedando claro que nuestros desechos nos afectan profundamente; amenazan nuestros sentimientos, nuestra salud y nuestro confort diario, así como nuestra propia subsistencia.

    Kevin Lynch (1918-1984) fue urbanista y profesor en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) durante más de treinta años. Entre otros libros, es autor de Planificación del sitio (1962), La imagen de la ciudad (1964), ¿De qué tiempo es este lugar? (1972) y La buena forma de la ciudad (1981), todos ellos publicados en castellano por la Editorial Gustavo Gili. A la repentina muerte de Lynch, el manuscrito de este libro estaba casi acabado.

    Fue Michael Southworth, un antiguo estudiante suyo, quien reemprendió la labor de edición del manuscrito. Southworth es profesor de Urbanismo de la University of California de Berkeley, autor de varios estudios y proyectos de urbanismo y coeditor del libro de recopilación de escritos y proyectos de Kevin Lynch, City Sense and City Design (1990).

Extracto del libro



  • Texto de la introducción:

    'Introducción del editor

    La decadencia, el deterioro y el agotamiento son componentes necesarios de la vida y del crecimiento; tenemos que aprender a valorarlos y a gestionarlos. Éste es uno de los mensajes de este libro póstumo de Kevin Lynch. De todos los seres vivos, los humanos somos los supremos creadores de desechos, aunque sólo recientemente hemos empezado a pensar seriamente sobre las formas en que desechamos. Va quedando claro que nuestros desechos nos afectan profundamente; nuestras sensaciones, nuestra salud, nuestro confort cotidiano, y hasta nuestra supervivencia, están amenazados por ellos. No podemos ignorar por más tiempo nuestros residuos y enviarlos a países del tercer mundo o incinerarlos en lugares profundos y oscuros, porque volverán junto a nosotros.

    Las ideas de Lynch sobre el deterioro siguen siendo válidas; de hecho, hoy han cobrado mayor relevancia. Desde la muerte del autor en 1984, los problemas causados por los desechos se han acentuado debido a enormes desastres como los de Bopal, Chernobil y Exxon Valdez. La infame barcaza con la basura de Long Island acaparó titulares cuando recorría el mundo buscando un lugar donde poder volcarla. En el verano de 1988, desechos médicos, incluidas jeringuillas y ampollas de sangre (algunas contaminadas con el virus del SIDA), se arrojaron a las playas del nordeste de EE UU y en San Francisco las playas tuvieron que cerrarse por avería de las depuradoras. Algunos científicos alertan de que la reducción de la capa de ozono y el calentamiento de la tierra –ambos efectos atribuibles a nuestro despilfarro– pueden ocurrir mucho antes de lo que habíamos calculado. Cuestiones sobre qué hacer con los desechos más difíciles y peligrosos –los nucleares– se han situado a la cabeza, a medida de que las comunidades y los Estados no aceptan lugares para deshacerse de los residuos nucleares. Incluso la seguridad del depósito de máxima protección que se está construyendo en las cuevas de sal de Carlsbad, Nuevo México, no está clara.

    Quienes conocieron a Kevin Lynch no pudieron menos que impresionarse por la amplitud y profundidad de su pensamiento. Durante más de tres décadas fue profesor de planificación urbana y regional en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y muy conocido por sus contribuciones a la teoría y práctica del proyecto y planificación urbanos. Sin embargo, su obra trascendió estos campos y se movió hacia territorios como la psicología, la filosofía y la ética. En la fecha de su repentina muerte, a los 66 años de edad, estaba trabajando en este su noveno libro. A quienes estén familiarizados con sus trabajos previos, podría resultar sorprendente que esta obra se ocupe del tema del deterioro, ya que el autor dedicó más de la mitad de su carrera a escribir sobre la planificación y el proyecto de ciudades y regiones, con un especial énfasis en su forma sensual. Aunque sus primeros trabajos fueron de ordinario pragmáticos, positivos y dirigidos a profesiones de diseño medioambiental, sus últimas obras fueron cada vez más filosóficas. Este libro representa una progresión natural en su consideración de todos los aspectos de la vida urbana. Se dio cuenta de que caminamos en una dirección autodestructiva con implicaciones en prácticamente todas las profesiones, incluida la planificación urbana. Este libro no es una advertencia, sino una invitación a reconocer que la mayor parte de los residuos y de los procesos de deterioro tienen un valor y son necesarios para la vida de las personas, de las cosas y de los lugares.

    Históricamente, la planificación urbana no se ha preocupado mucho por los sistemas naturales, orientándose en cambio hacia las transformaciones artificiales del entorno. Al parecer, se daba por supuesto que la tecnología y la planificación podrían resolver todos los problemas y superar las restricciones naturales, pero las limitaciones de la tecnología se han hecho demasiado evidentes en el esfuerzo de abastecimiento de agua a ciudades en climas áridos, en la depuración de residuos tóxicos que contaminan las provisiones de agua urbana o en la reconstrucción de ciudades asoladas por catástrofes naturales. Es fundamental una gestión adecuada de los residuos para conseguir un entorno favorecedor; por este motivo, algunos de los valores básicos que subyacen en la planificación urbana hacen referencia directa a la gestión de los residuos. Uno de estos valores es el de mantener y promover la salud y la seguridad de los asentamientos urbanos. Un segundo valor es el de conseguir la eficacia, lo cual implica que la tierra y los demás recursos deben mantenerse en su mejor uso, sin deteriorarlos. Un tercer valor relacionado con el deterioro es la necesidad de adaptabilidad, la cual requiere que aquellos recursos que ya no sean útiles se reciclen, en lugar de desecharlos. La mayor parte de la planificación se ocupa precisamente de eso, de encontrar nuevos usos para antiguas bases militares, centros urbanos moribundos o zonas industriales, por citar algunos. Es tan importante para los planificadores ayudar a que los lugares decaigan, o incluso mueran, con dignidad, como promover el crecimiento y el desarrollo. Los planificadores se ven abocados cada vez más a gestionar los procesos de deterioro y las consecuencias de los desastres relacionados con la contaminación. De esta forma, el lector se dará cuenta de que el tópico es fundamental –o debería serlo– para la planificación.

    Los temas del cambio, la decadencia, la transformación y la reutilización –todos ellos forman parte del deterioro y del desgaste– siempre han interesado mucho a Lynch y se han tratado con carácter de continua amenaza en sus obras. La tesis que presentó de 1947 en el MIT para la obtención de su título de licenciatura en planificación urbana (Controlling the Flow of Rebuilding and Replanning in Residential Areas) es un índice temprano de su interés por el cambio, la depreciación y el deterioro en el entorno edificado. En ella explora las posibilidades para estimular una replanificación más rápida y una reconstrucción de la vivienda. Más tarde, en los diarios de sus viajes por Europa, de 1952-1953, a menudo tomaba notas sobre los paisajes devastados y, a propósito de las tierras yermas en las colinas de las afueras de Siena y a lo largo del valle del río Mugnone, cerca de Florencia, comentó: 'el campo al este de Siena es una pesadilla: lomas peladas sin hierba, sin aradas o baldías, desfilando durante millas ante tus ojos… La erosión en marcha'. Observó con entusiasmo cómo los niños disfrutaban jugando con cosas estropeadas y en espacios residuales. En obras posteriores defendía la importancia de 'espacios residuales' en la ciudad, para que los niños jueguen, para adaptarlos a usos futuros y para la supervivencia de otras especies.

    En Planificación del sitio (1962), Lynch hablaba de la recuperación de la tierra y de las oportunidades para la reutilización de tierras abandonadas, tales como vías de ferrocarril, explotaciones ganaderas o terrenos inundables. Puso de relieve que las tierras baldías, por abandonadas que pa- rezcan, probablemente sean importantes para alguien o para alguna forma de vida y pueden resultar esenciales para una adaptabilidad futura. Observó también que los modernos suburbios pueden tener muy poco espacio libre para su provecho. En La buena forma de la ciudad (1981), en Growing up Cities (1977) y en 'The Openness of Open Space' defendía el páramo urbano o el espacio 'devastado' donde los niños pudieran encontrar aventuras y libertad fuera de control. Dos de sus últimos proyectos profesionales, Columbia Point y Franklin Field en Boston, contemplaban el problema de la reutilización de edificios públicos semiabandonados en espacios urbanos deteriorados.

    En su libro ¿De qué tiempo es este lugar? (1972), Kevin Lynch se centraba en un aspecto de la devastación: la percepción, expresión y gestión del cambio en el entorno. En este sentido, sus informes sobre las tierras industriales inglesas yermas por la minería del carbón y las alfarerías de Stoke-on-Trent son particularmente expresivos. A menudo aconsejaba a los planificadores y a los arquitectos no pensar el entorno en términos estáticos, sino tratar con el cambio para adaptarlo, expresarlo y celebrarlo. Su estudio para San Diego en 1974 (San Diego: Temporary Paradise?, con Donald Appleyard) se centraba en la destrucción sistemática de las muy especiales cualidades que atrajeron en un primer lugar a la gente a esta región, una destrucción causada por un desarrollo corto de miras que ignoró el marco ecológico y geográfico. Hacia el final de su vida, a medida que se aceleraba la carrera armamentística y los riesgos del deterioro industrial y nuclear se hacían más amenazadores, el tema de la devastación era para él el más urgente. Por ello, en dos de sus artículos –'What Will Happen To Us?' y 'Coming Home'– especulaba sobre el impacto devastador de la guerra nuclear en la vida cotidiana y el medio ambiente.

    Las ideas de Kevin Lynch sobre la devastación se hacían patentes en su estilo de vida consciente del deterioro y casi frugal. Era escrupuloso en el reciclaje de papel, aluminio y vidrio, y hacía compost mucho antes de que dicha práctica estuviera ampliamente promovida. En su casa administraba bien el tiempo, con un equilibrio entre trabajo y relax y sin televisión que lo malgastase. Cuando escribía sus libros, utilizaba siempre el papel por las dos caras antes de desecharlo (escribió parte del primer borrador de este libro en la otra cara del manuscrito de La buena forma de la ciudad). Su familia recuerda que en las comidas a veces decía que era el mismo despilfarro comer algo que no querías, o no necesitabas, para no tener que 'tirarlo a la basura', como tirarlo o 'ponerlo en la nevera para tirarlo mañana'. Se sentía orgulloso de los aseos ecológicos del Clivus Multrum que había instalado en sus casas de Martha’s Vineyard y de New Hampshire, siendo esta última una de las primeras del Estado y disponer de ellos. Cuando contemplaba estampas turísticas, como unas casas georgianas dublinesas, disfrutaba especialmente dando la vuelta para ver su parte trasera donde, sin pretensiones, se exponía la vida real… y la decadencia.

    El lector no encontrará aquí un estudio científico del deterioro ni un 'manual de instrucciones'. Este libro es más bien una investigación filosófica y social sobre los procesos de degradación. Formula muchas preguntas y ofrece pocas respuestas. Aunque aborda los procesos de devastación de la ciencia y la tecnología, su atención se dirige a las consecuencias sociales y psicológicas de tal degradación. Algunas partes de este libro podrían parecer duras o desagradables; la mayoría de la gente no disfruta pensando o tratando con el deterioro. Lynch examina los procesos de degradación desde muchos puntos de vista, algunos de ellos novedosos y perspicaces, otros polémicos, pero siempre con el humanismo y la inteligencia que esperamos de sus textos. Sintetiza materiales de muchos campos, como la antropología, la historia, las ciencias naturales y sociales y la planificación. También aprendemos sobre el desecho en las celebraciones, los rituales y el arte.

    El concepto que tenía Lynch del desecho era amplio e incluía fenómenos tan distintos como la basura y los desperdicios cotidianos, los paisajes y edificios abandonados, y la destrucción y la decadencia en la naturaleza. Observó que en esta materia 'apenas había más de cien palabras en el lenguaje que tuvieran otras tantas definiciones en el diccionario'. De modo característico, intentó ampliar los conceptos del lector reduciendo la noción a su significado más fundamental y explorando a partir de él sus muchas implicaciones: 'Degradado –escribió– es lo que no tiene valor o no se usa para una finalidad humana. Es la disminución de lo que no tiene resultados útiles; es su pérdida y abandono, su declive, separación y muerte. Es el material gastado y sin valor que se deja después de algún acto de producción o de consumo, pero puede también referirse a cualquier cosa usada: residuos, basura, papeles, trastos viejos, impurezas y suciedad. Hay cosas degradadas, paisajes degradados, tiempo degradado y vidas degradadas'.

    El libro comienza con un prólogo que incluye dos fantasías sobre la degradación. En absoluto agradables, ambas son extremas para poner de relieve las consecuencias de la excesiva o escasa degradación. Lynch estaba fascinado por las utopías al igual que por las cacotopías, esas pesadillas infernales que son lo opuesto de la utopía. Las encontró instructivas y las usó con frecuencia en sus escritos y en su enseñanza para incitar y estimular el pensamiento. Esas fantasías son instantáneas verbales que atraen rápidamente al lector hacia el tema.

    Después, en 'Pensamientos sucios y morbosos' nos lleva a una investigación muy variada sobre la degradación en la sociedad. ¿Por qué estamos tan incómodos con la degradación y lo degradado? ¿Se valora y se celebra alguna vez lo degradado? Considerando lo degradado en muchas culturas, habla, entre otros temas, sobre degradación y clase, sobre la comida, la limpieza y la muerte. Los dos capítulos siguientes, 'Destrucción de cosas' y 'Destrucción de lugares', nos conducen por muchas clases de procesos de degradación, desde la degradación en la naturaleza hasta la degradación en la sociedad humana: la degradación militar, el vandalismo y las demoliciones, el incendiarismo, escarbar en la basura y la acumulación, el abandono, la negligencia y la reutilización.

    'Examen del deterioro' y 'Hablando de desechos' son intensos relatos de cómo los procesos devastadores –buenos y malos– aparecen en el medio ambiente y qué significa la degradación para la gente. Un distintivo del trabajo de Lynch fue su forma de fundamentar sus ideas y someterlas a examen en las percepciones de la gente corriente, un planteamiento que comenzó con su obra pionera La imagen de la ciudad. De esta forma, en 'Hablando de desechos' refiere las actitudes de la gente hacia la degradación, basándose en un pequeño conjunto de entrevistas.

    En '¿En qué consiste el deterioro?', Lynch se encuentra finalmente en condiciones de definir la degradación y de explorar sus diferencias respecto a otros tipos de pérdidas. El capítulo final, 'Gastar bien', presenta e ilustra su filosofía de la degradación positiva: debemos aprender a pensar positiva y creativamente sobre la degradación, porque es una parte esencial de la vida y del crecimiento; debemos aprender a degradar bien y a disfrutar con ello.

    Mi papel como editor de este libro comenzó tras la muerte de Lynch. Yo era estudiante en el MIT y tuve mucha relación con él durante más de dos décadas. Juntos discutimos sobre el tema de la degradación urbana y los terrenos degradados en muchas ocasiones. A su muerte, el manuscrito estaba bastante terminado y él mismo lo había editado al menos una vez, pero faltaban la organización final, las referencias, las ilustraciones y la edición definitiva. A juzgar por sus notas, queda claro que estaba considerando todavía la estructura del libro, así como su título. Lynch todavía no estaba satisfecho con el manuscrito y no se mostraba dispuesto del todo a publicarlo. A pesar de ello, quienes lo habían leído encontraron muchas cosas que estimulaban el pensamiento y abrían nuevas vías de acercamiento a los dilemas de la degradación. Les parecía importante que aquello se publicara. Cuando recibí el manuscrito, las notas y las referencias no estaban preparadas y tampoco tenía una bibliografía. Había un fichero rudimentario con posibles ilustraciones, pero ninguna de ellas se había colocado en su lugar ni tenían pies; además, hacían falta muchas más. De esta forma, una parte de mi papel como editor consistió en desarrollar una estructura final para el libro y elegir un título. En varios capítulos trabajé para mejorar la continuidad y la claridad, para eliminar repeticiones y para poner al día algunas secciones, pero intenté evitar una labor importante de reescritura. Yo mismo he seleccionado todas las ilustraciones y he redactado los pies que las acompañan. Documentar las referencias de Lynch y desarrollar la bibliografía requirió un considerable esfuerzo, basado en parte en el estudio de sus ficheros de investigación que, sólo para este libro, abarcaban un período de 25 años (para más información, véase el apéndice B: 'Notas sobre la metodología editorial').

    Debo dar las gracias a varias personas por su contribución a esta obra: a la familia Lynch –a la esposa Anne y a los hijos Catherine, David, Laura y Peter–, a mis ayudantes de investigación Rajeev Bhatia, Kimberly Moses y Amita Sinha; a Anne Washington Simunovic, que mecanografió el manuscrito original; a Arne Abramson, que trabajó junto a Kevin Lynch en las entrevistas para 'Hablando de desechos'; y a Daniel Moses y sus socios de la editorial Sierra Club Books, quienes hicieron posible la publicación de este libro. Muchas personas proporcionaron valiosos comentarios sobre el manuscrito en varias etapas del proceso editorial: Tridib Banerjee, Gary Hack, Richard Peterson (todos estudiantes y compañeros de Kevin Lynch); Lloyd Rodwin (profesor y compañero de Lynch en el MIT), así como Susan Southworth y Nancy Walton.



    Michael Southworth
    Berkeley, 3 de mayo de 1990'


    Copyright del texto: Michael Southworth
    Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL

Extracto del libro



  • Texto del prólogo:

    'Prólogo

    I. Las sombras del cambio

    Por todas partes veo cambio y decadencia.
    Oh, Tú que no cambias,
    sírveme de apoyo.

    Henry Francis Lyte (1793-1847)

    Todo cambia, y la muerte es una estrategia para mantener los patrones biológicos ante la acción del cambio. Somos seres conscientes cuyos cerebros están capacitados para reconocer la estabilidad, la separación y los cambios repentinos. Por ello, consideramos la muerte y casi todos los cambios trágicos y confusos. Tememos la muerte; tememos la pérdida; tememos el derroche, señal de la pérdida. El peor cambio es la decadencia, la degradación, el hacernos viejos. La degradación es una impureza que hay que evitar o suprimir. Las cosas deben ser limpias y permanentes; o mejor aún, deberían crecer continuamente en capacidad y poder. Pero la permanencia y el crecimiento plantean un dilema, ya que la permanencia es estancamiento y el crecimiento inestabilidad.

    Después de alguna experiencia dolorosa, la planificación ha tenido que reconocer la existencia del cambio. Ya no podemos aceptar el aserto de Montaigne: 'En los asuntos públicos no existe un estado tan malo, siempre que tenga de su parte la duración y la estabilidad, que no sea preferible al cambio y a la perturbación'. Se han desarrollado técnicas para aceptar de buen grado y gestionar el incremento, pero, aun en ese caso, estamos en disposición de imaginar ese incremento como un cambio inicial que vendrá seguido de un estado permanente. Sin embargo, nuestra actitud ante la decadencia es evitarla: invertir la tendencia, ocultarla, eliminar a los perdedores y cicatrizarla.

    La degradación y la pérdida son los lados oscuros del cambio, un tema reprimido y emocional. Existe una pornografía de la degradación, lo mismo que existe una pornografía del sexo y de la muerte. Los pases de diapositivas sobre ruinas romanas incluyen generalmente una vista de los asientos de las letrinas romanas. El alcantarillado, una rama útil pero no del todo dignificada de la ingeniería, se ennoblece como 'sanitaria'. Nos fascina ver un edificio derribado. Los tratados sobre medio ambiente incluyen siempre una vista de un montón de escombros. Las casas abandonadas en el centro de nuestras ciudades constituyen una de las más poderosas imágenes de las metrópolis norteamericanas. El adjetivo ‘sucio’ tiene muchas connotaciones.

    La acumulación de desechos sólidos y la creciente contaminación del agua y del aire han pasado a formar parte de nuestras preocupaciones. Ya no es fácil deshacerse de las cosas; nuestras viejas destrucciones regresan a nosotros. Hay ciudades que decaen mientras otras nuevas crecen demasiado deprisa. ¿Qué sucedería si estas nuevas comenzaran a decaer? Todo esto es un asunto desagradable.

    Hablaremos de estos asuntos desagradables: la degradación de cosas y de lugares, la basura desechada a diario, las comunidades abandonadas durante el curso de generaciones. ¿Hay formas de deshacerse correctamente de las cosas?

    En el calor de una discusión sobre el medio ambiente y la economía, Bayard Rustin exclamó una vez: '¡Nadie está destinado a decaer!'. Aboguemos por ello.'

    Copyright del texto: Catherine, David, Laura y Peter Lynch
    Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL


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