Pese a su prematura enfermedad, que le hizo recibir el apodo del doliente, Enrique III, en su breve reinado (tan sólo de dieciséis años) fue capaz de enfrentarse con eficacia a los problemas de gobierno. En lo referente a la política interior, el rey castellano se ocupó, principalmente, de asegurar el poder real, para lo que llevó a cabo importantes reformas y reorganizó la administración. Por otra parte, zanjó la cuestión inglesa, mostró preferencias mediterráneas y actuó contra el reducto musulmán granadino.
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