La transformación que está viviendo la educación exige un cambio de rol para el docente y el desarrollo de sus competencias emocionales (CEmo), necesarias para facilitar una mejor orientación en el proceso de aprendizaje y crecimiento del alumnado. En palabras de Harari (2018), necesitamos un cambio de “trasmisor a guía”, para ayudar al alumnado a manejarse en un nuevo escenario, que afecta tanto el plano cognitivo, como el emocional, este último aún más importante tras la crisis sanitaria que hemos sufrido a causa de la COVID-19. La complejidad que inevitablemente presenta esta transición puede ser facilitada mediante la introducción de procesos reflexivos (Schön y Bayo, 1998), como el coaching, aplicado al ámbito educativo (CEd), que sirve para acompañar y sensibilizar al docente durante esta transformación. Por ello, el interés de esta tesis doctoral ha sido entender cómo el CEd puede ayudar a configurar el nuevo rol que los docentes tienen que asumir en la actualidad, ejerciendo un efecto positivo, de desarrollo y de mejora sobre sus CEmo, necesarias para acompañar al alumnado en su desarrollo integral.
El contexto que se tuvo en cuenta es el de los docentes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en Cataluña y el objetivo de nuestro estudio se centró en comprender los cambios percibidos por los miembros de un centro de Secundaria en las CEmo de sus docentes tras haber participado en un programa de intervención integral de CEd contextualizado.
Se realizó un estudio de caso dividido en tres fases, desde un paradigma hermenéutico interpretativo, basado en un diseño integrado mixto (Creswell y Plano Clark, 2011).
Primero, se realizó una fase exploratoria con enfoque cualitativo, para identificar y describir las CEmo conocidas por los docentes y el alumnado del centro. Esta mostró que, aunque existía un conocimiento previo sobre las CEmo, había una clara línea de mejora en cuanto a su desarrollo y a las competencias propias de un coach, que, por otra parte, coincidieron en muchos aspectos con las CEmo, alimentándose de forma del todo bidireccional. En esta fase participaron, además, coach expertos en CEd que ayudaron a definirlo y a focalizar los objetivos del programa. Segundo, se llevó a cabo una fase descriptiva con diseño mixto integrado, para identificar, por un lado, el nivel autopercibido en cada CEmo (pretest) por parte de los docentes (modelo del GROP, Bisquerra, 2000; Bisquerra y Pérez-Escoda, 2007) y, por otro lado, los principales factores facilitadores, así como de amenaza, a la hora de realizar y aplicar un programa de intervención integral de CEd. En esta fase se observó que, para la puesta en marcha y el éxito del programa, era clave detectar previamente cuáles eran estos factores propios del centro y tenerlos en cuenta para su diseño. Tercero, se realizó una última fase descriptiva-explicativa, nuevamente con diseño mixto, para conocer las principales percepciones de cambio experimentadas por parte de los docentes sobre sus CEmo, así como las de otros miembros del centro. Los resultados cualitativos indicaron que los docentes percibían haber desarrollado sus CEmo, y destacaban, sobre todo, la autonomía emocional y las competencias sociales, y los cuantitativos (post), aunque no fueron significativos, mostraron un aumento de la media de casi todas las CEmo, lo que sugería que, con un programa más duradero, sobre todo dirigido a destinatarios con más experiencia, podrían llegar a serlo.
En conclusión, el coaching facilita la reflexión del docente sobre su nuevo rol y ayuda a desarrollar sus CEmo, con lo que contribuye a percibir su mejora y de la de otros miembros del centro educativo. Asimismo, una sensibilidad previa al respecto, el involucramiento del liderazgo directivo y una mentalidad de talento por parte de todos los implicados son clave para promover y consolidar cambios significativos de la función docente y orientadora, así como para generar una cultura de CEd en un futuro.
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