Tras el nítido, expeditivo y contundente "Ajuste de Cuentas" israelí en el Líbano, las piezas del convulso e inestable tablero medioriental han empezado a moverse a un ritmo vertiginoso, aunque de un modo sutil, casi secreto. Mientras Siria e Israel moderan su tono, lo que indica un progresivo entendimiento, el Gobierno de Isaac Rabin parece dispuesto a romper uno de los más rígidos tabues de la política judía, el diálogo directo con la OLP. Son sólo signos, pero tremendamente esperanzadores, la prueba de que el juego se está animando. Lo más importante, sin embargo, es que, por vez primera, los contendientes parecen perseguir las tablas honrosas en lugar del brutal y definitivo jaque-mate.
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