La frontera: un lugar de conflicto, pero también de encuentro. De conocer al otro, de combatirle e incluso —tal vez—de entenderle en lo posible. Una banda morisca dúctil, móvil en función de los intereses y realidades políticas, militares, sociales y económicas de cada momento, configurada tras el embate reconquistador (con todo el significado que tiene ese vocablo, hoy tan discutido) de un pujante Reino de Castilla, que sin embargo sufrió profundamente la gran crisis que recorrió los siglos XIV y XV. Pero no solo hablamos de Castilla: también el Reino Nasrí de Granada estaba sumido en conflictos internos y en profundas contradicciones, que finalmente ayudaron a su caída. Pero esta tierra de frontera, lugar de conflicto pero a la vez de intercambio, permitió un proceso de inculturación que se evidencia, por ejemplo, en los esplendores de un arte mudéjar único en el continente europeo; y también, aunque quizá esto es menos conocido, en el ámbito cercano y cotidiano de la alimentación y de la cocina.
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