La larga frontera, en espacio y tiempo, que supuso el Reino de Granada respecto a sus vecinos cristianos, fue el núcleo generador de un gran número de textos literarios que se situaban en esas coordenadas, Sorprendentemente, los asedios, batallas y hazañas que se cantaban dieron lugar a la figura de un caballero musulmán igual de valiente y galante que el cristiano. El moro de Granada que aparecía allí se iba a convertir en una de las imágenes más duraderas e internacionales de la Baja Edad Media y la Edad Moderna de España y Europa. Del lado árabe, la derrota no permitía ninguna visión estilizada y cortés, sino una visión apesadumbrada y elegíaca, que depositaba en los gobernantes la responsabilidad de la pérdida del territorio islámico frente al odiado enemigo cristiano. Dios, así, castigaba los pecados de unos dirigentes más ocupados en sus intrigas que en la defensa del islam.
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