La democracia ha sido una devoradora pavorosa de políticos porque España estabiliza despacio y renueva con vértigo. Por otro lado, nuestra tradición democrática en este siglo fue escasa: heredamos aquella de la Constitución de 1876 - en el siglo pasado-, pero ya en decadencia o con anemia en este siglo. Habían surgido los tres movimientos revolucionarios y no democráticos de entonces -socialismo, comunismo y anarquismo-, y se hizo más ulcerada la pendencia Monarquía-República.
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