Se ha dicho, y tal vez con razón, que el retrato romano fisionómico es una de las grandes aportaciones que nos ha legado Roma, junto con la Arquitectura y el Derecho, ya que a través del mismo nos dejó escrita la crónica del devenir de su pensamiento y de su Historia. En los siglos III y IV, el ciudadano romano tuvo que enfrentarse a una grave crisis de principios políticos y creencias religiosas, por lo que se vio obligado a reconstruirse por dentro de acuerdo con una postura íntima, sin renunciar a las exigencias del conocimiento (gnosis). Surgió así la figura del llamado “hombre espiritual” (homo pneumaticus), seguidor, en muchos casos, de las corrientes neoplatónicas impulsadas por el filósofo Plotino. Sus dudas e inquietudes se reflejaron en una serie de retratos en los que, de modo intencionado, por medio de determinados rasgos estilísticos, se dejó sentir la impronta de la situación anímica imperante en esta época.
It has been said, and perhaps rightly so, that the physiognomic Roman portrait is one of the great contributions that Rome has left us, along with Architecture and Law, since through it, they left us a written chronicle of the evolution of their thinking and their History. In the 3rd and 4th centuries, the Roman citizen had to face a serious crisis of political principles and religious beliefs, for which reason he was forced to rebuild himself internally according to an intimate position, without giving up the demands of knowledge (gnosis). Thus arose the figure of the so-called “spiritual man” (homo pneumaticus), a follower in many cases of the Neoplatonic currents promoted by the philosopher Plotinus. His doubts and concerns were reflected in a series of portraits in which, intentionally, through certain stylistic features, the imprint of the prevailing emotional situation at this period was felt.
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