Han transcurrido ya veinte años desde que comenzaran las Guerras de Secesión yugoslavas, en las primeras horas del 26 de junio de 1991. Se abrió entonces una década de conflictos que se convirtieron en el Vietnam europeo, lo que tuvo un efecto ciertamente traumático entre muchos ciudadanos del Viejo Continente. Con su reloj parado, hay personas que todavía utilizan los argumentos de 1993 ó 1999, como si los acontecimientos hubieran cristalizado en algún momento, al comienzo de la Guerra de Bosnia o de Kosovo. Por otra parte, no falta quien asimila la totalidad de las cinco Guerras de Secesión yugoslavas al recuerdo de la de Bosnia, sobre todo; o de forma aún más reduccionista: al cerco de Sarajevo. Sobre este desdibujado tapiz de recuerdos y leyendas, los medios de comunicación, internet o la propaganda de guerra que vuelven a poner en circulación las potencias intervencionistas -o sus enemigos de turno en las nuevas campañas (Afganistán, Irak, Libia), han contribuido a perpetuar una versión cada vez más esquemática o incluso despellejada de la historia canónica que ya se elaboró en su día, a medida que transcurrían las crisis en los Balcanes occidentales.
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