Esa tarde subimos al bar del estanco a tomar un vino. Como es habitual, había algunos parroquianos bebiendo dentro y fuera del bar, porque hacía buen día. Era mediados de septiembre, aún no había empezado a anochecer y el clima se mantenía templado. En la mesa estaba sentado con un vecino del pueblo, que una vez jubilado había vuelto a cuidar a su madre que ya tiene más de cien años, a pesar de haber trabajado en las minas de carbón de la zona cuando era joven.
En la televisión pública estaban retransmitiendo las noticias. Y uno de los titulares hablaba sobre los menores no acompañados que estaban siendo recibidos en Canarias. A raíz de lo cual uno de los parroquianos dijo en voz alta, para ser oído por quienes estábamos dentro del bar: «estos solo vienen a robar y encima les damos paguitas con el dinero público».
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