Todas las especies de tortugas marinas se encuentran en peligro de extinción debido principalmente a la captura accidental, legal y furtiva, la colecta masiva de huevos, la contaminación de sus lugares de forrajeo, la destrucción de sus lugares de anidamiento, la propagación de enfermedades como la fibropapilomatosis, y los efectos del cambio climático global. Las tortugas marinas anidan en playas solitarias y con poca luz pues son muy sensibles a la presencia humana. Pasan la mayor parte de sus vidas realizando grandes migraciones pero poseen respiración pulmonar, por ello son susceptibles a la contaminación tanto acuática como aérea. Son bastante longevas, bioacumulan y biomagnifican contaminantes orgánicos e inorgánicos presentes en el alimento, sedimentos y agua, además de ser afectadas por la ingestión de plásticos. Esto las convierte en potenciales bioindicadoras de la contaminación por metales pesados, plaguicidas e hidrocarburos. El sexo de las crías es determinado por la temperatura ambiental, lo que las hace vulnerables, y por lo tanto candidatas a ser centinelas del cambio climático. Esta sensibilidad a distintos estresores ambientales, permite evaluar las condiciones del ambiente de manera más integral y facilita la toma de medidas oportunas para conservar los ecosistemas marinos. Las tortugas, por su carisma, pueden son consideradas como especies “bandera” y de ese modo, no solamente actuar como bioindicadoras, sino también ayudarnos a llamar la atención de la sociedad sobre la urgencia de proteger el medio ambiente y facilitar la obtención de recursos para lograrlo.
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