Juana de la Cruz (1481-1534), abadesa de un beaterio reformado como convento de clarisas, tenía la reputación de ser «santa viva» por sus visiones marianas y por los sermones semanales en los que Jesús, según se dice, hablaba a través de su cuerpo arrobado, dando detalles sobre escenas bíblicas y fiestas celestiales. Sus meditaciones sobre la Pasión la llevaron a la contemplación de la materialidad de los arma Christi. La madera viva de la cruz llena de astillas le daba la idea de una cruz que era no solo un instrumento de tortura, sino a la vez un objeto triunfal, animado, incluso violento. En sus sermones visionarios, Juana trata la idea de una «materialidad santa» hasta sus últimas consecuencias, dando noticias de una cruz que puede transformarse, dar de comer a otros, celebrar la misa y ganar batallas contra los serafines, todo con el fin de justificar cómo la cruz viva podría participar como juez en el juicio final.
Juana de la Cruz (1481-1534), abbess of a beaterio turned Clarisan convent, was known as a «living saint» for her Marian visions and for the weekly sermones during which Jesus reportedly spoke through her enraptured body to extend the biblical narratives and describe celestial festivities. Juana’s Passion spirituality led her to contemplate the materiality of the arma Christi; in particular, the physicality of the cross as splintery yet living wood influenced Juana’s images of the cross as at once instrument of torture leading to death, while also as triumphant, animate, and even violent. In her visionary sermons, Juana takes the animate materiality of this «holy matter» to its logical extreme, presenting the cross as able to mutate, feed others, enact the liturgy, and subdue the seraphim in a heavenly battle, all actions that helped justify the ultimate action of the living cross participating in the Last Judgment.
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