Cuando D. Jaime Solá conseguía sacar a la luz el primer número de su revista Vida Gallega en el año 1909, agradecía fervorosamente la valiosa ayuda recibida de los gallegos residentes en América para la creación de dicha publicación, y se comprometía a dar cuenta del "vivir gallego" de todos aquellos hombres y mujeres emigrados1. Así es como a lo largo de varias décadas, Vida Gallega reservará muchas de sus páginas para informar, en unos momentos más intensamente que en otros, de la vida de los gallegos en América. El acercamiento que hacemos a esta publicación está basado en el interés por descubrir a través de sus páginas cómo se describe, se entiende y sobre todo cómo se piensa la emigración de los gallegos a Brasil a comienzos de este siglo. Entrando ya en calor, Vida Gallega se nos descubre como soporte propagandístico de la emigración exitosa, por lo tanto sólo nos ofrecerá la cara triunfante y gloriosa de un hecho tan significativo como fue la emigración transoceánica a principios del siglo XX. La idea de que la fortuna será fiel compañera del que decide abandonar sus lugares de origen es la que, de forma general, planea sobre las noticias que nos hacen referencia a la emigración. Pero antes de desarrollar la cuestión que nos ocupa, es conveniente saber algo más sobre la revista Vida Gallega y sobre el hombre que la dirigió, así como de ofrecer algunos datos que los investigadores sobre la emigración gallega a Brasil nos han proporcionado para una mejor situación del tema. I. Vida Gallega, fue creada en enero de 1909 en Vigo, ciudad desde la que se distribuía a América y al resto de España. Dos años después de su creación, editaba alrededor de unos 31.500 ejemplares, cantidad que pasaría a alcanzar los 70.000 en 1930. Además de los interesantes artículos que Vida Gallega nos ofrece, las fotografías que los acompañan resultan todavía de mayor provecho, aumentando sin duda el valor documental que esta publicación pueda tener. Fue importante también, la gran labor de redacción realizada desde América por los corresponsales allí enviados. La función de esos viajes era doble, por un lado la información americana era más directa, y por lo tanto se deduce que más cercana a la realidad; y por otro, servía para cumplir el objetivo que el director se había propuesto desde el primer número de la publicación, ampliar las relaciones entre Galicia y los que emigraran a tierras americanas. A pesar de que la revista contó con más de medio siglo de vida, para el caso que nos ocupa nos hemos centrado en la mayoría de los números publicados entre los años 1909 y 1925, por ser estos los que comprenden casi los años más importantes del período álgido de emigración a América. II. La dirección de Vida Gallega estuvo en manos del abogado, aunque periodista de profesión, D. Jaime Solá Mestre. Después de la colaboración en varios periódicos gallegos y españoles, consolidó su vida como periodista con la creación de Vida Gallega que dirigió hasta el fin de su primera época (1936). Solá formaba parte de lo que Carballo Calero definía como una especie de modernismo galeguizante2, que se expresaba en castellano, y al que también pertenecían otros intelectuales gallegos como Valle Inclán o Fernández Flórez. Partidario del regionalismo, entendido como un proyecto de organizar de forma descentralizada la estructura política del Estado3, se situaba fuera de una incipiente corriente nacionalista a comienzos de este siglo. Frente a los nacionalistas, el regionalismo de Solá se nutre de interpretaciones folklóricas y poco progresistas de realidad gallega, junto con un espíritu de admiración de las grandezas de la pequeña patria gallega siempre armoniosa en conjunción con el espíritu de la patria grande, España; en palabras de Solá: "Ese espíritu ha de caer –como rocío de unión y paz entre todas las regiones, como fuente de grandezas para la madre común- sobre la obra de Vida Gallega4."Por lo tanto no es de extrañar que, a pesar de ciertos acercamientos ocasionales, las relaciones de Solá con los nacionalistas fuesen poco cordiales. III. En cuanto al tema de la emigración gallega a Brasil en ese período, no existen estudios generales para el grupo de los gallegos aunque sí para los españoles como caso nacional, destacando los ya reconocidos La Inmigración Española en Brasil de Herbert Klein y Café e inmigración: los españoles en Sao Paulo, 1880-1930 de Elda E. González Martínez. Para los gallegos se cuenta con trabajos más puntuales, en concreto para los que emigraron a Bahía con el estudio de Jeferson Bacelar Galegos no Paraíso Racial, y algunos otros para Sao Paulo5. Todos nos recuerdan que, a pesar de que Brasil no fuese el destino preferido para los peninsulares, los inmigrantes españoles representaron en ese país el tercer grupo inmigratorio más importante. De forma más concreta en el Estado de Sao Paulo, según González Martínez y basándose en fuentes brasileñas, los españoles llegaron a ser el segundo grupo de inmigrantes más numeroso detrás de los italianos y delante de los portugueses entre el año 1890 y 1929. Los gallegos fueron mayoría dentro del contingente español en casi todo Brasil, excepto en el Estado de Sao Paulo donde los andaluces representaban el 60% del total de los españoles6. Además de en Sao Paulo existieron importantes núcleos de gallegos en Belem do Pará , en Recife, Salvador (Bahía), Río de Janeiro y en Manaos (estado de Amazonas). Por lo general se dedicaron a actividades derivadas del comercio y otros servicios, pero en algunos lugares concretos como el Estado de Sao Paulo trabajaron en las haciendas cafetaleras, o en la industria ferroviaria tanto en ese Estado como en el Amazonas en la construcción del ferrocarril Madeira-Mamoré.
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