A diferencia del resto de los países de América Latina, la composición etno-racial de la República Argentina se vio fuertemente conmovida por el ingreso masivo de migrantes de origen Europeo a partir de finales del siglo XIX y principios del XX1. Los factores que intervinieron para dar origen a este "aluvión" migratorio fueron varios: entre ellos, una política migratoria confeccionada a partir de los intereses económicos, políticos e ideológicos de la oligarquía dirigente Argentina, que afianzaba a la Pampa Húmeda2 como la región productiva agropecuaria por excelencia. Se generaba, entonces, un centro productor y exportador con la finalidad de responder a la demanda de materias primas y alimentos de países como Inglaterra. Para llevar a cabo este modelo de país agroexportador, la dirigencia política descalificó a la propia matriz etno-racial hispano-indígena como "barbarie" y sublimó a los europeos anglosajones como los portadores de una anhelada "civilización". Las condiciones estaban dadas frente a una Europa superpoblada, Argentina se ofrecía como un país receptor de migrantes europeos; pero no todo salió como se esperaba, y los deseados flujos migratorios de origen anglosajón fueron mayoritariamente constituidos por italianos y españoles. Sin duda que, la demanda de mano de obra europea respondía a recónditos intereses económicos de la oligarquía terrateniente Argentina, cuya paradójica vocación civilizadora estaba lejos de ceder la propiedad de alguna parcela de sus fértiles latifundios y de tolerar los ideales anarquistas y socialistas que traían en su bagaje cultural los migrantes europeos. Cuando éstos últimos comenzaron a organizarse en sindicatos y asociaciones de ayuda mutua, el Estado argentino dictó la llamada Ley de Residencia (1902) que establecía la expulsión de cualquier extranjero que fuera considerado "indeseable". Y quienes sublimaron a los Otros y denigraron al "nosotros", se volvieron nacionalistas. Como afirma Dolores Juliano (1987: 96-97): "La oligarquía convertida en defensora de la tradición nacional, viste el traje criollo en sus visitas a las estancias, apoya la construcción de monumentos al gaucho y recela de 'ideologías foráneas que atacan nuestro tradicional sistema de vida." La configuración regional de Argentina alrededor de un centro productivo, había dejado libradas a su suerte o, mejor dicho, al destino de aquél, al resto de las regiones, como el noroeste argentino (NOA), que jugó un papel clave durante la época colonial Hacia la década de 1930, el modelo de país agroexportador había entrado en crisis y se planteaba el inicio del proceso de industrialización del área central para sustituir a las importaciones. El rápido descenso de los flujos migratorios de origen Europeo dejaba poco a poco entrever, por un lado, un movimiento poblacional interno hacia los centros urbanos más importantes del país como Capital Federal, el Gran Buenos Aires y Rosario y, por otro, la permeabilidad de las fronteras Argentinas para recibir mano de obra de origen limítrofe y dar respuesta al despegue de las economías regionales. Los "gringos" daban paso a los "cabecitas negras", "bolitas", "paraguas" y "chilotes"
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