Roxana G. Ramirez, Gimena N. Reisenauer, Daniela Dans, Graciela Paredes
En las últimas décadas la educación universitaria argentina ha puesto de manifiesto la necesidad de generar un cambio en la estructura curricular, especialmente en el campo laboral, signo del vertiginoso desarrollo que demanda la sociedad actual (Mastache et al., 2007). La educación superior ha atravesado numerosas dificultades que han involucrado cuestiones políticas, ajustes presupuestarios, pandemia, entre otras, que han impactado sobre los y las estudiantes universitarios y que generan preocupación, en particular el tema de la deserción estudiantil. De acuerdo a la información brindada por la Secretaría de Políticas Universitarias, la tasa de deserción en el ámbito universitario estatal es de aproximadamente un 80 %, mientras en el ámbito privado la misma es aproximadamente del 60 % (SPU, 2012). Las principales causas de deserción universitaria se asientan en los primeros años, ya que el estudiantado demuestra tener dificultades en su adaptación a las demandas académicas que exige cualquier sea la carrera elegida, carecen de tenacidad y/o motivación para arribar aprendizajes eficaces y transitar la carrera universitaria elegida de manera exitosa (Núñez Pérez y González Pienda, 1993). Los estilos y las estrategias de aprendizaje son dos caras de una misma moneda, ya que es posible vincular cada uno de ellos con una serie de estrategias didácticas específicas afines a lo que se pretende enseñar (Curry, 1983). Además, es relevante conocer los estilos de aprendizaje dominantes que portan los estudiantes, ya que permite interpelar e indagar a los docentes en la búsqueda de nuevas estrategias didácticas, permitiéndoles la contingencia de integrar herramientas e instrumentos que faciliten y motiven al estudiantado en su aprehensión de los nuevos conocimientos (Entwistle, 1991). En efecto, a través de este tipo de análisis es posible obtener representaciones de cómo los estudiantes perciben y procesan la información, y también cómo responden a diferentes entornos de enseñanza (Felder y Silverman,1988). Durante los últimos cuarenta años, se ha indagado sobre estos temas para colaborar en el diseño instruccional (Felder y Brent, 2016). Diferentes autores asienten que lo que aprehenden los estudiantes depende de ellos mismos, de sus habilidades innatas, de los conocimientos previos que acarrean. Sin embargo, también depende de la compatibilidad que existe entre su estilo de aprendizaje y la forma de enseñar del docente (Willy et al., 2007; Felder y Brent, 2016; Felder, R. y Silverman, V. 1988; Gallego, 2013). La idea de que cada estudiante pueda aprender de manera distinta a los demás, motiva a que se deben indagar en estrategias más acordes a sus estilos para facilitar el aprendizaje (Cisneros Verdeja, 2004). No obstante, el estilo de enseñar que promulga un docente normalmente coincide con su propio estilo de aprendizaje (Gallego, 2013), que resulta en cierto modo indiferente del estilo de aprendizaje del estudiantado. En su mayoría, los docentes enseñan de acuerdo a su propio estilo de aprendizaje, incidiendo en que sus estudiantes aprendan en base a cómo ellos aprendieron (Ventura, 2016). Esta intervención puede conducir a un bajo rendimiento académico en los estudiantes, generando un estado de frustración y deserción en las carreras que cursan.
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