Contrariamente a la idea extendida, Adolf Hitler no llegó al poder a través de las urnas. En un contexto de repetidas crisis parlamentarias y pánicos morales orquestados por una prensa a las órdenes de un magnate de extrema derecha, fue el resultado de intrigas dirigidas por industriales y banqueros. Todos querían romper el impulso electoral de la izquierda y acabar con el Estado social.
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