Oviedo, España
Este artículo analiza las particulares relaciones que se establecieron a lo largo del siglo XX entre los investigadores de las fuentes orales y sus informantes en África occidental. El debilitamiento de la oralidad en este vasto territorio, debido a los efectos de la modernidad, exigió la recogida de los discursos orales emitidos por los bardos y otros tradicionistas y su consignación en papel o su grabación en discos o cintas magnéticas si no se querían perder. Muchos relatos, entre los que destacan epopeyas, mitos, leyendas, genealogías y cantos, transmitidos de generación en generación, desaparecieron del recuerdo de la población oesteafricana para siempre, sin embargo, otros fueron salvaguardados gracias principalmente a la labor de científicos europeos y africanos que acataban una serie de normas para ganarse la confianza de los tradicionistas, que no siempre estaban dispuestos a desvelar secretos seculares. Observaremos que, aunque los investigadores africanos tenían, en principio, un acceso más fácil a los textos orales buscados, también debieron superar grandes obstáculos para profundizar en las tradiciones oesteafricanas protegidas con recelo y gran reserva.
This article examines the particular relationships that were established between the researchers of oral literature and their sources throughout the twentieth century in West Africa. The weakening of the orality in this vast territory, fostered by the effects of modernity, required the compilation of the oral discourses, delivered by the bards and other traditionists, as well as the written transcription or recording of the texts, in order to facilitate their preservation. Many of these oral tales ―in the form of epics, myths, legends, genealogies and songs―, transmitted from generation to generation, have been lost; however, others were safeguarded thanks to the work of European and African researchers that followed a set of rules to gain acceptance from the traditionists, sometimes reluctant to reveal secular information. Conclusions aim to state that, despite the fact that African researchers had an easier access to the researched oral texts, they also had to overcome harsh difficulties in order to delve into the West African traditions, often preserved with mistrust and caution.
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