El desarrollo de la pandemia en México ha estado lleno de editoriales, noticias, reportajes, memes y apuntes en redes sociales. Para muchos críticos ésta fue una pandemia “más” de la humanidad, pero ahora contamos con la velocidad de las redes sociales. Hubo noticias que por la importancia y la seriedad de la fuente, implicaciones de su contenido y su carácter internacional, decidimos compartir. El periódico español El País, en un artículo publicado el 4 de junio por Jorge Galindo y Luis Pablo Beauregard, señala que ocho de cada 10 fallecidos nunca llegaron a terapia intensiva (Galindo y Beauregard, 2020) (figura 1). El camino habitual de un paciente con sintomatología de Covid-19 consiste en solicitar orientación telefónica, o médica vía web o presencial, acudir a urgencias (triage epidemiológico) y ahí ser derivado a tratamiento ambulatorio u hospitalario. Cada institución contaba con un algoritmo de manejo, como el del Instituto Mexicano del Seguro Social (figuras 3 y 4). Y ahí, si el paciente lo requería y había oportunidad, el enfermo era enviado a unidades altamente especializadas de cuidados intensivos (uci) o de terapia intensiva (en servicios públicos o privados). Después de múltiples y costosos exámenes de laboratorio y gabinete se establecía un pronóstico para cada paciente. La uci en hospitales es el sitio con más recursos diagnósticos y médicos y con más insumos terapéuticos; es el camino final de una lucha entre la vida y la muerte.
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