Resumen de Ventiladores y Covid-19: el último recurso y bla bla bla
finales de febrero de 2020 la imaginación le ponía nombre al terror, el futuro se vislumbraba con una pandemia desconocida, se producía una depresión económica hace mucho no vivida y la representación gubernamental mexicana minimizaba la realidad que se avecinaba (Robinson, 2020). Con dejos de broma y menosprecio por las medidas higiénicas, por sólo referirme en este momento al aspecto médico, que es lo que nos compete, el ciudadano mexicano desconoce el impacto real de esta enfermedad y, por lo tanto, su participación en este problema de salud se ha mezclado con el divisionismo político, ya manipulado con anterioridad. En marzo de 2020 la primavera advino acompañaba de noticias dolorosas acerca de la mortandad europea por Covid-19 y sobre las medidas militarizadas y radicales en Asia para contener la pandemia (Zhong y Mozur, 2020). Eran muchas, muchas más que las contempladas, pero destacaba la relacionada con las unidades de terapia intensiva que se requerían para atender a las personas graves por esta infección. Con la entrada de la primavera comenzó el conteo nacional de infectados/muertos, que hasta entonces sumaba alrededor de 800. Este número justificó el inicio de una política pública encaminada a reconocer la enfermedad como un problema de clases sociales, soportada por declaraciones públicas como la realizada por el gobernador de Puebla, quien afirmó que sólo a las personas de clase económica alta sufrirían la enfermedad (Alis, 2020).
