Europa se ha salvado. O al menos, eso dicen. Pero, ¿qué Europa? ¿La del ideal y, de momento, quimérico destino común, solidario y equilibrado, o la de la dispar y ambigua entidad que acoge en su seno a un Bundesbank sordo a los gritos de socorro de sus pares, a un presidente que por intereses partidistas se juega la suerte de propios y extraños en un referéndum innecesario, a unos gobiernos meridionales de política errática y horizonte impreciso y, en general, a unos socios reticentes y desconfiados, puestos en evidencia por la presente crisis monetaria?...
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