Como ya se suponía y los acontecimientos sangrientos han demostrado, la firma, hace dos años, del tratado anglo-irlandés no ha servido para poner fin a las diferencias religiosas en el Ulster. No satisface ni a los protestantes o "loyalist", que lo consideran una traición, ni a los católicos, para quienes sus concesiones son mínimas y nada satisfactorias. Ambas comunidades siguen enfrentadas y están dispuestas a mantener sus principios a sangre y fuego. El último episodio de esta cruenta guerra se produjo el pasado día 8, cuando 11 personas murieron en la localidad norirlandesa de Enniskillen, en un atentado perpetrado por el IRA.
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