Salía de negro riguroso, como de un funeral, de contar a la prensa en un hotel madrileño lo que le había pasado. Ciento cuarenta y cinco millones de fianza pendientes de pagar tenían la culpa de sus lágrimas recién enjugadas y del "desgarro que siento en el alma". Pero, genio y figura hasta la sepultura, la Lola, por artista y por gitana, recompuso la sonrisa y se abalanzó a besar a la pareja de novios que entraba en el hotel a celebrar el festejo de su boda. No les conocía de nada y ellos se quedaron de una pieza. Pero la más famosa perseguida del fisco español no quiso dejar pasar la ocasión: dicen que besar a una novia da buena suerte. Y la va a necesitar.
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