Vuelve la palabra de orden que nunca nos abandona. Habitualmente, se usa para justificar que bajen los salarios, que se reduzcan derechos laborales y aumenten las prerrogativas empresariales (en este caso, competitividad se complementa con flexibilidad, que rima). A veces, también para justificar todo tipo de rebajas de costes empresariales (por ejemplo, para que se subvencione la electricidad). O para que se reduzcan impuestos, alegando que los impuestos altos alejan las inversiones.
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