En la estela del pensamiento de Roland Barthes, este artículo postula la necesidad de que la literatura en el aula sea un espacio de pensamiento crítico, desafiando la vigilancia de “las instituciones que la mantienen por lo común sometida a un estrecho código” (1976, p. 15). La escritura, en este mismo postulado, abriría así el juego hacia “márgenes imprevisibles” que escapan a toda voluntad de control. En esta comprensión el lenguaje literario nos traspasa y nos desborda, y se convierte en una zona de búsqueda, de indagación y de juego, vehículo de conocimiento y autocomprensión para los adolescentes. Esta es una de las funciones de la teoría y la crítica literarias dentro de la escuela: atravesar la subjetividad y el conocimiento del docente para acercar a la comprensión (muchas veces subestimada y siempre superior a lo que solemos prejuzgar) de los alumnos. La teoría da respuestas cuando son ellos los que preguntan, los que se sienten interpelados por la curiosidad, por las ganas de saber, por el interés como motor del deseo. La literatura habilita el diálogo con la Cultura y con la Subjetividad, pone al aula a hablar, a escribir, a debatir, a cuestionar, y la teoría, entonces, facilita la puesta en marcha de las “afecciones”, es mediadora entre el texto y el lector en formación.
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